Dejo la bici aparcada cerca de los cines Guridi y al acercarme a su cartelera, veo en el suelo un coche verde de metal dentro de su caja de plástico. Lo cojo, me doy cuenta que está nuevo, y tras mirarlo oigo como una señora mayor se acerca y me pide que se lo devuelva ya que se le había caído de la bolsa. Dice que ese coche es para uno de sus nietos y tras darme las gracias, se marcha contenta con su bolsa repleta de pequeños y grandes regalos.
Ese coche verde me ha recordado a ese regalo que me hizo tanta ilusión cuando tenía unos 9 años. Recuerdo que me levante de la cama y fui corriendo hacia el árbol de navidad con la esperanza de encontrar ese regalo que tantas veces había pedido. Por fin, allí estaba, debajo del árbol, entre todos los paquetes.
Elegí el coche de color verde, era el más moderno…¡¡¡ qué color, qué dibujos y qué ruedas…totalmente tuneado!!!. La pista de carreras era grande para que pudiéramos correr a una gran velocidad con nuestros coches. Recuerdo como me reía cuando intentaste que chocara con el árbol de navidad.
Actualmente no conservo ninguno de esos” coches” pero guardo celosamente en mis recuerdos la sensación de esa gran carrera donde pudimos volar con esos coches como nunca antes lo habíamos podido hacer.
Fue solamente esa vez pero mereció la pena poder jugar juntos; y aunque nunca te enterastes, ese era el regalo que siempre pedía en las cartas de navidad: poder jugar contigo.
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